Cuando nos duele algo, el estómago o una muela, automáticamente nos
llevamos la mano a ese lugar como si el simple contacto nos aliviara el dolor.
De forma natural, sin darnos cuenta, aplicamos el fundamento del reiki,
una terapia milenaria japonesa para sanar a través de las manos que cada vez
tienen más adeptos en Europa. Las personas que lo practican aseguran que es
asombroso cómo funciona y muchas afirman que ha cambiado su vida. Incluso la medicina
convencional, siempre escéptica ante este tipo de técnicas alternativas, ya
ha empezado a impartirlo en hospitales.
El reiki, que en japonés significa 'energía universal', consiste en canalizar
a través de las manos una poderosa fuente de vibración, que está fuera, hacia uno
mismo o hacia otras personas para curar enfermedades físicas o sanar
emociones. Además, cualquiera puede practicarlo o recibirlo, ya que no
es un 'don' especial reservado a unos privilegiados, sino una técnica
que se puede aprender.
"El reiki está al alcance de cualquiera, todo el mundo puede
hacerlo y siempre es para bien"
John Curtin, maestro reiki
Aunque esta práctica de canalizar energía tiene más de 3.000
años de antigüedad, cayó casi en el olvido hasta que fue rescatada en 1920
por el doctor Usui, un monje y catedrático japonés al que se considera el
primer maestro reiki.
Al igual que la acupuntura o el shiatsu, esta técnica parte de una
tesis muy sencilla: que el ser humano es "todo energía",
afirmación que aunque parece muy esotérica comparte aspectos con la física
cuántica. El reiki sostiene que cuando la energía se bloquea, por cualquier
circunstancia, es cuando se produce una enfermedad. La imposición de las manos
en la zona enquistada, donde la energía ha quedado taponada, sirve para disolver
ese 'nudo' que impide que la energía fluya y así devolver el equilibrio
al organismo.
"El reiki es una herramienta muy poderosa que está al alcance de
cualquiera. No hace falta nada especial, todo el mundo puede hacerlo.
Además, no tiene contraindicaciones porque siempre es para bien", asegura John
Curtin, maestro reiki y presidente de la Fundación Sauce,
donde ya se han formado más de 6.000 alumnos en los cursos que imparte para
instruirse en esta técnica.
Curtin se topó con el reiki más por necesidad que por convencimiento.
Hace años, cuando dirigía una empresa de informática, sufrió una parálisis
facial que le dejó inutilizado un lado de la cara. Los neurólogos le dijeron
que no tenía curación y que se quedaría así de por vida. Después de probar de
todo, empezó a recibir reiki y en tres meses recuperó la movilidad de la cara
por completo. "Como informático era muy escéptico ante este tipo de
terapias, pero experimenté en mí los resultados. Siempre digo que lo
importante no es si te lo crees o no, lo importante es que el reiki
funciona", explica Curtin.
Terapia en hospitales
El reiki no sólo es compatible con cualquier tratamiento médico, sino
que además actúa como complemento, ya que en ningún caso se recomienda
suspender ninguna medicación para sustituirla con esta técnica. Además, está reconocida
como terapia alternativa por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
De hecho, en Estados Unidos y Reino Unido ya se utiliza en más de 1.000
centros hospitalarios y está incluido en el Sistema Público de Salud.
En el estado de Nueva York, hasta los servicios de emergencia están formados
para dar reiki.
Usui, primer maestro reiki.
En España, donde esta terapia aún lleva pocos años de desarrollo, aún
no se ha llegado tan lejos, pero ya se aplica en varios hospitales como
el Gregorio Marañón o La Pazgracias a los buenos resultados que se han
observado en los pacientes. "Contamos con acuerdos de colaboración con
cinco hospitales de Madrid para aplicación de reiki a enfermos", asegura
Curtin. La fundación que dirige cuenta con más de 300 voluntarios que
imponen las manos a los enfermos para aliviar sus dolores.
Entre otros, muchos pacientes de cáncer reciben
sesiones de reiki, ya que se ha usado con éxito en combinación con la
quimioterapia para ayudar al organismo a mantener la fortaleza física necesaria
para soportar el tratamiento. "Aprendí reiki para ayudar a mi tía que
padece cáncer. Ahora me dice que se siente mejor después de darle una sesión.
Sé que desde fuera parece una locura, pero es alucinante", explica María
Jesús.
Sus seguidores aseguran que el reiki sirve para sanar una interminable
lista de enfermedades, tanto físicas como emocionales. Así, afirman quesu
"práctica habitual" puede aliviar e incluso curar dolores crónicos como
la artritis, reuma o migrañas. También acelerar la recuperación de lesiones
óseas y musculares, ayudar el organismo a combatir infecciones o mitigar
el estrés y la ansiedad.
Contra la depresión
La práctica de la imposición de manos también lucha contra la
enfermedad del siglo XXI: la depresión. "Como su objetivo es equilibrar
energéticamente a la persona tanto física como espiritualmente, este
tipo de dolencias psíquicas desaparecen cuando la persona vuelve a su estado de
equilibrio", explica Curtin.
"No hay cuerpos enfermos, hay almas enfermas", dice una máxima
reiki
Es el caso de Candela, una azafata que padece depresión y lleva años
medicada sin obtener ninguna mejoría. Acudió a ver a John Curtin para recibir
un tratamiento, que se compone de un mínimo de tres sesiones de reiki, porque
una amiga se lo había recomendado. "Entendí que mi depresión provenía de
un bloqueo emocional y las sesiones de reiki me sirvieron para liberar
esa angustia contenida. Sentía como una bola en la garganta y otra en el
pecho que me impedían respirar. Poco a poco esa bola que hasta notaba físicamente
se han ido disolviendo y ahora casi no tomo medicación", explica Candela.
Como todas las técnicas orientales, el reiki trata a la
persona como a un todo. Es decir, no distingue entre cuerpo y espíritu. Hay
una máxima de esta técnica que dice que "no hay cuerpos enfermos,
hay almas enfermas". Así, los maestros mantienen que las dolencias no
se dan aisladas, sino como consecuencia del desequilibrio entre alma y cuerpo.
Manuela González también se dedica a dar sesiones de reiki.
Asegura que la fuerza que sale de sus manos -ella es sólo un canal- lo único
que hace es restablecer el orden, porque hay veces que "las
energías están en guerra civil". Muchas personas acuden a su consulta
para darse "un chute de energía" como dice entre risas José María, director
de márketing de una página web o para tratar las dolencias de "una
enfermedad reumática", en el caso de María, periodista.
"Autosanamos nosotros, es una capacidad natural que todos
tenemos"
Manuela González Yáñez, maestra reiki
"Cuando nos sentimos mal, insatisfechos, enfermos físicamente o
emocionalmente la terapia de reiki nos ayuda a reconocer nuestra
esencia y lo que necesitamos modificar, que puede que no coincida con lo
que nosotros queremos, para permanecer en un estado de salud", explica González,
maestra de reiki por la Asociación Servicio reiki.
Los maestros reiki defienden el asombroso poder de
autocuración del ser humano que se pierde con los años. "En
definitiva, autosanamos nosotros, que es una capacidad natural que todos
tenemos y que con la ayuda de un maestro de reiki empezamos a
redescubrir", recalca González. Así, coincide con Curtin en que es el
paciente el que "toma las riendas" de su propia sanación.
Sin vinculación ideológica
Como terapia energética el reiki no está vinculado a ninguna ideología
ni religión. De hecho, la Iglesia Católica tiene a maestros reiki entre
sus miembros. No en vano en el Nuevo Testamento se relata cómo los
apóstoles realizaban milagros mediante la imposición de manos para sanar en
nombre de Jesús. Cambian la manera de decirlo pero no el significado: donde la
tradición japonesa habla de energía universal de la vida, los católicos dicen
Dios. "No es incompatible con la fe católica, para mí es Dios el que
cura. De hecho, yo abro la sesión de reiki con un Ave María", explica
sor Margarita, una monja que estudió reiki como herramienta para aliviar a los
más desfavorecidos. Es más, el propio Juan Pablo II dio la bendición a sor
Mariusza, monja polaca y maestra reiki por su labor en la Congregación de la Posjonistek.
Los que lo practican aseguran que cuanto más reiki haces,
mejor te sientes. Y es que descubrir que tu salud y tu felicidad están al
alcance de tu mano, nunca mejor dicho, lo cambia todo. Aunque todavía muchos
se resiste a creer que el poder está en la palma de su mano.
¿Cómo es una sesión de reiki?
Una sesión de reiki suele durar 45 minutos. El paciente se acuesta en
una camilla en un ambiente tranquilo mientras el maestro posa sus manos en
distintas zonas de su cuerpo. Hay doce posiciones de manos, se empieza por la
cabeza (nuca) y se termina con las plantas de los pies, reequilibrando todos
los centros de energía o 'chakras'. Durante la sesión, es habitual cerrar los
ojos porque es normal que el paciente se quede dormido o entre en profunda
relajación. Tras el tratamiento, se recomienda beber mucha agua y estar muy
atentos a los cambios que sucedan en el cuerpo.
¿Quién puede dar reiki?
Todo el mundo puede hacerlo. No hay que tener ninguna condición
especial. Aunque sí hay que hacer un sencillo curso que dura un fin de semana
en el que a través de un rito de iniciación se "abre el canal" por el
que te conviertes en transmisor de energía. En el Nivel I se imparten unas
nociones básicas sobre la técnica de imposición de manos. Al terminar, recibes
un diploma y la información necesaria para dar sesiones de reiki a otras
personas e incluso a ti mismo.
Deben pasar un mínimo de seis meses para iniciar el Nivel II, cuya
complejidad se acrecienta y en el que por ejemplo se aprende a sanar a
distancia o disolver situaciones pasadas. Después le sigue el nivel III y el
IV, y al fin, el curso de maestro. La maestría de reiki es transmitida por el
maestro directamente. Cada maestro puede iniciar a otras personas en los
distintos niveles. Actualmente, hay aproximadamente 15.000 maestros de reiki en
el mundo y su práctica crece sigue creciendo.
Crisis de sanación
Es normal que se produzca lo que se denomina 'crisis de sanación', un
empeoramiento temporal de los mismos síntomas que se tratan. "Es un
proceso por el cual el cuerpo se libera de toxinas y de todo lo que le estaba
molestando. Lo importante es que es pasajero y que una vez pasada la crisis, la
persona se siente mejor que antes del tratamiento", explica Curtin.
Fuente: El Mundo.es
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